martes, 14 de agosto de 2012

De las matemáticas y la vida

Las matemáticas nunca me habían apasionado en mi época de estudiante (si es que he dejado de serlo en algún momento). Supongo que es una de las razones por las que acabé enterrada hasta los topes en las letras, con la nariz metida en manuales de latín y griego. Recuerdo que los números y las fórmulas eran intrincados jeroglíficos sin sentido y sin utilidad que se me aparecían como obstáculos salvables solo a costa de muchísimo esfuerzo. Mi padre intentó ayudarme (y de hecho lo consiguió excepcionalmente de manera académica), pero no logró contagiarme su entusiasmo. Hoy, casi 15 años después vivo inmersa en las matemáticas (con mi padre como eterno y abnegado profesor, eso sí) ya que, lamentablemente, los niños necesitan más clases particulares de los 'huesos' (mates y física) que de las 'marias' como mi querida filosofía. El caso es que ahora, con otra predisposición y con otro entrenamiento hacia los estudios, las matemáticas me están resultando de lo más estimulantes (si es que no hay nada como comprender las cosas) y allá que me fuí buscando algún librito sobre el tema que me llamara la atención.

Mi primera estación fué El diablo de los números de Hans Magnus Ensensberger. Prometía ser un libro para los que 'temen a las matemáticas', prestando un contexto novelado para explicar de forma amena los misterios matemáticos más relevantes. Un libro, pensé yo, que bien podría resultar un homónimo en el campo de las matemáticas al conocido El mundo de Sofia de Jostein Gaarder, en filosofía (libro encantador, todo sea dicho, para los simpatizantes y principiantes). Encontré sin embargo, un cuento muy básico orientado a preadolescentes. Además no me gustó el estilo, sin más, lo dejé.

Me lancé entonces a El club de la hipotenusa, de Claudi Alsina. 'Un paseo por la historia de las matemáticas a través de las anécdotas más divertidas', proclamaba el subtítulo. Habían anécdotas, sí, pero inconclusas y faltas de gancho. Por lo demás, aunque abundaban los matemáticos, había poco de matemáticas. También lo dejé bastante descontenta.

La soledad del los números primos de Paolo Giordano fué el siguiente. Y con este me quedé, de matemáticas no había practicamente nada, pero la novela valió la pena.

Los números primos están separados entre sí por, al menos, un número en la lista de los números naturales. Igualmente, algunas personas están separadas de aquellas que les complementarían por distancias tan cercanas y a la par tan insalvables como la que impone la correlación a los primos. Esa es la máxima que mueve el libro y la trágica realidad de Mattia y Alice los protagonistas, piezas solitarias en el tablero de la vida que podrían llegar a comprenderse, a ayudarse para dar sentido a sus vidas, si puedieran llegar a tocarse.
Podría pensarse que es una historia de amor, pero no lo es. Es una historia que habla sobre la soledad de un mundo que se mueve rápido y que no espera a nadie. Habla de los parias, de los impedimentos mentales que nos llevan a alejarnos de quien tal vez podría ayudarnos, de las marañas en las que nos entierran los miedos, de que el éxito no es siempre sinónimo de felicidad y de las miserias humanas y en su transmutación en un mundo caótico e incoherente.
Los personajes son raras avis, seres humanos que no encajan en el mundo, que sucumben ante una realidad que les aplasta. Bien definidos dentro de sus rarezas, nos conducen hacia la perspectiva del derrotado, del humillado, del que parece brillar para todos, excepto para sí mismo.
Esta novela me recordó muchísimo a otra que leí mientras preparaba el superior de valencià de la Junta Qualificadora: Una dona incómoda de Montse Banegas, que también tomaba como protagonista a una mujer, Mònica, increíblemente inteligente y lúcida, tanto que su existencia se le hacía insoportable, incómoda. Me apasionó la novela pues contraponía terriblemente el éxito profesional y académico que brilla en la superficie de la vida de Mònica con su interior revueltro, depresivo, compulsivo, nihilista. En esa contradicción que sustenta, a duras penas, su vida, el tabaco, las drogas y los libros la conducen en una huída hacia delante sin rumbo ni sentido. Nada desdeñable, una gran novela contemporánea que, si preferís leer en castellano, creo que tiene traducción.
Volviendo a la obra de Giordano, no es una historia de amor, pero algo de amor hay, pero tampoco a la usanza tradicional. También, salvando las distancias, me recordó a la película Quiéreme si te atreves (Jeux s'enfants) un cuento de hadas modernos que se mueve entre el sadismo y el masoquismo entendidos de una manera subrealista. Dicho así suena raro, pero darle una oportunidad, no es muy larga pero es una estupenda película, la recomiendo encarecidamente. 

En fin, después de todas estas vueltas, La soledad de los números primos, es una novela que no os dejará indiferentes si os gustan ese tipo de tramas existencialistas, algo lóbregas y un tanto esperpénticas. A mí me gustó mucho, eso sí, de matemáticas poco, aunque ya le tengo echado el ojo a un par de libros que quizás colmen mi curiosidad en ese ámbito (El teorema del loro de Denis Guedj y El dilema del prisionero de William Poundstone; si los conoceis y podeis contarme algo sobre ellos yo encantada). Y es que las matemáticas siguen apareciendo en el horizonte como brujas malvadas y pocos le conceden unas páginas fuera de los libros especializados. Parafraseando a Béquer: 'Qué solos se quedan los números'...

8 comentarios:

  1. Yo tuve profesores de matemáticas nefastos, de los que intentaban que aprendiéramos una especie de cálculo confundido con un montón de fórmulas. Es decir, pura mecánica.

    Muchos años después de acabar el bachillerato, leí unas palabras de Kant que decían (más o menos) que las matemáticas no usan conceptos -lo que ya sería mucho- sino que "crean" conceptos. Eso era lo que no supieron explicarme: las matemáticas como la gran creación, junto al arte (Ernesto Sabato dixit).

    De los libros que comentas sólo he leído "La soledad de los números primos". Y temo no coincidir. El retrato de personajes me pareció insustancial, y el libro aburrido a más no poder, filopendante con toques de erotismo supuestamente estimulante. Siento ser tan radical.

    Si me dejas que re recomiende uno, no dejes de leer la novela gráfica "Logicomix", del griego Apostolos Doxiadis, que también tiene alguna novela más convencional de tema matemático: "El tío Petros y la conjuetura de Goldbach" (no la he leído). Volviendo a "Logicomix", cuenta la historia de los lógicos de la primera mitad del siglo XX y su guía narrativa es la vida de Bertrand Russell, que da para mucho. Por cierto, que nadie deje de leer su autobiografía. Dice allí que las matemáticas eran para él el lugar en el que refugiarse, el gigantesco espacio de las certezas absolutas. Seguramente porque no dependen de nada empírico, porque si todo lo material desapareciese, las matemáticas no perderían un ápice de su verdad casi solipsista. Kant tenía razón, como casi siempre.

    Creo que necesito un café.

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    1. El profesor es de vital importancia para el aprendizaje. Ver las matemáticas como simple mecánica no pued ellevar a descubrirnos lo maravilloso de las mismas.
      No conocía esas palabras de Kant, pero sin duda son muy acertadas. Tampoco conocía la cita de Sabato, pero ciertamente, la estructura del arte (del mundo en general que en sí es una obra de arte) es matemática.
      Lamento que a tí el libro no te gustara. En realidad es una novela bastante 'cerrada' es decir, o te es afín es 'filopedantería', que sí, admito que se filtra bastante de ello, o puede resultar aburrido. Pero ahí está la gracia de la literatura, me alegra que postees tu opinión radical y así haya más diversidad y más riqueza de opiniones si alguien está planteando leerselo :)
      No conozco 'Logicomix' pero por lo que cuentas tiene una pinta estupenda. La biografía de Russell sí la conozco y es muy interesante ver esas relaciones con su teoría. La verdad de las matemáticas es una verdad paradigmática. Por eso son bellas, entre otras razones, porque son extremandamente sólidas.
      Te invito a una taza de expresso humeante:
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  2. Yo tampoco conseguí nunca entenderlas, quizás por los profesores o por la barrera que pongo a todo lo que no me parece tangible. Llegué hasta COU y luego las dejé para siempre: aún me maravillo de sacar sobresaliente sin entender nada, sólo estudiándolas de memoria. Ahora no podría.
    Cuando mis hijos empezaron la primaria me dije "ésta es mi oportunidad". Me pongo con ellos y así, tal vez, las entienda. Pero ni por esas...
    Desesperada, me leí "El diablo de los números", con la intención de poder explicármelas, pero el libro no me enganchó. Sólo he conseguido que en casa todos huyan de ellas como la peste...
    Las dejo para mi próxima reencarnación.

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    1. Jajaja, bueno yo creo que nunca es tarde y que aún podrían cautivarte, pero dejarlo para la próxima encarnación casi que mejor :).
      Un besote!

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  3. Como siempre he dicho, las matemáticas son como la tónica, al principio sabe amargo (cuando no se entiende), pero después enganchan.

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    1. Solo hay que elegir un buen complemento para darle mejor sabor. El vodka es una buena opción, aunque no se me ocurre ahora mismo un equivalente académico jejejeje

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  4. Con las matemáticas yo tropecé n veces con límite al infinito.

    Ah, la filosofía… Eso es otra cosa. Puritito caviar. Eso sí, da unos revolcones que ni el pobre toro ése, el toro ratón. Aprovecho para decir que detesto las corridas de toros, el embolao y cualesquiera otras “lidias” de estos magníficos animales.

    Nuestros descendientes se avergonzarán de este tiempo, "bien sûr".

    No he leído el libro de Enzensberger, sí a Gaarder en mi etapa “premadura”. Acuerdo con lo que dices, pero yo lo terminé. Los demás que citas, ni pum; no soy ágrafo pero sí un torpe lector.

    ¿Los números primos tienen números padres? A ver si no, y de ahí la soledad.

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    1. Desconzco el árbol genealógico de los primos, aunque me consta que existen primos gemelos y otras lindezas familiares así que no sería descabellado deducir por hermeneutica que padres haberlos haílos.
      ¡Tampoco la filosofía es tan ajena a las 'mates'! recuerda al viejo Pitágoras y todas las diatribas numéricas de tan sesudos pensadores como el Monseniur Descartes o Russell. Hay que acercar posturas, que nunca se sabe los 'sexis' que pueden resultar los números a nosotros los filósofos (o aspirantes a ello) enterrados entre silogismos y modus ponens...

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