miércoles, 13 de agosto de 2014

Reseña: Jo confesso, de Jaume Cabré

Durante más de mes y medio estuve esforzándome por leer Jo Confesso de Jaume Cabré. No es porque sea una mala novela (al contrario), simplemente estuve, como dice la segunda acepción de la RAE para 'esfuerzo', teniendo que hacer un empleo enérgico del vigor o actividad del ánimo para conseguir algo venciendo dificultades. Mi 'dificultad' en este caso es leer en una lengua que aunque leo, hablo y escribo con fluidez, no deja de exigirme un punto extra de atención, aún más cuando el lenguaje y las estructuras son de un nivel ligeramente superior al estandar, como es el caso de la prosa de Cabré. Lo dicho, tengo que vencer estas dificultades, pero no cejé en mi empeño por una cuestión estética (me gusta la historia y quiero saber cómo acaba) y también por otra de disciplina que posiblemente es más importante: dejar algo porque requiere esfuerzo nunca es razón suficiente. Vamos allá con la reseña.
Empecé Jo confesso tres veces. La abandoné dos. La terminé una. Una marca poco corriente para mí. Pero, como os decía líneas atrás, la escritura de Cabré me resultaba compleja. No es una novela que se lo ponga fácil al lector, al contrario, le exige una atención constante, con cambios bruscos escenario, personajes y tiempos (sin mediar un final de capítulo, a veces ni un punto y a parte, ni tan siquiera un punto y seguido). Las voces de los más de cien personajes que conforman el coro de la novela, transitan a lo largo de la misma oración. Un ejercicio dificil para el autor, estoy segura, pero que obliga al lector a abandonar la zona de confort de atención media para no perderse un solo detalle.



En esencia podríamos decir que la historia es una autobiografía contada a modo de carta personal/posible novela/ confesión sin lugar a dudas, de Adrià Ardèvol, un niño catalán, nacido durante la dictadura en el seno de una familia de clase media alta pero sin una pizca de calor humano. Sus únicos amigos durante gran parte de su vida son Bernat, su compañero en clase de violín, y la extraña pareja que forman el Sherif Carson y el gran cacique arapaho Águila Negra, dos muñecos con mucha voz. Su vida, en Barcelona, en París, como humanista consumado, amante de las antigüedades, estudioso empedernido, intelectual incansable y ser humano en perpetua búsqueda del sentido de su vida, se mezcla con la de su padre a través de una herencia envenenada que toma cuerpo en la figura de un violín, un storini ni más ni menos. La vida de este instrumento desde que su madera, aún sin tallar, crecía en el bosque hasta el momento en el que Ardèvol lo descubre, es el leimotiv de la novela.
A lo largo de más de 700 páginas los personajes van y vienen, sus historias se despliegan o se insinúan. Las voces se mezclan, a veces se pierden en un tejido superior a todos ellos para de nuevo encontrarse en una encrucijada sorprendente. Cuesta entrar en ella pero una vez dentro la novela te atrapa sin remedio entre sus páginas.
Me llamaron especialmente la atención recursos prosaicos para eludir hablar de lo que ni hace falta en la trama ni resulta trascendental. El autor no se despeina al poner un: y él contestó "bla, bla, bla", ni tiene problemas en, durante una puja, omitir las cifras señalándolas de refilón con un simple: " vale tanto con tanto". Creo que muchas veces los autores se curran muchísimo la atención a los detalles e investigan, por ejemplo en el caso de la puja, cuanto 'realmente' costaría el objeto en cuestión para ser lo más 'realistas posibles'. La documentacion de un escritor siempre me ha parecido una tarea enorme que no siempre es valorada en su justa medida por el lector medio. La estrategia de Cabré no me parece, sin embargo, una forma de 'escaquearse del curro', ¡al contrario! se nota un gran trabajo de estudio en otras muchas partes de la novela (Jo confesso es también una muestra del enorme conocimiento humanista de Cabré. El autor combina idiomas (catalán, castellano, francés, inglés, alemán,...) e introduce amplias disertaciones filosóficas, artísticas, musicales, sociales... Aunque esto, a ratos, puede resultar un poco tedioso para un lector que prefiera las tramas rápidas.). Por eso creo que ha sido un buen ejercicio para economizar detalle en lo superfluo pero elaborar bien el contenido de lo que lo precisa. Un equilibrio muy bueno que no está al orden del día.
Si tuviera que subrayar algo de la novela, hay dos escenas que me parecieron excelentes a nivel de escritura y creatividad. Y no se me malentienda. El conjunto es estupendo, más que merecedor de todos los reconocimientos de los que ha sido objeto. Pero esos dos fragmentos son, para una servidora, excepcionales (no sigas leyendo si no quieres espoilers y pasa directamente al siguiente párrafo). Uno de ellos es la ordenación de los libros en casa de Adrià o más bien la creación del mundo según un librófilo que se clausura tal que así: "I el Senyor va contemplar la seva obra i va dir que estava molt bé, perquè tenia l'univers a casa en una classificació més o menys decimal universal. I va dir als llibres creixeu i multipliqueu-vos i escampeu-vos per tota la casa"(pg.376). La otra es la declaración en la puerta de Sara con el absoluto sentir de un vendedor de enciclopedias. Cabré es sorprendente en ese uso de los giros. Me queda pendiente leer más de su obra porque si son algo así como 'marcas de la casa', ¡quiero más!
No os voy a engañar, no es una novela a la que hay que dedicarle tiempo tanto por su extendión como por su complejidad, pero por favor, que el peso de sus páginas no os impida adentraros en el mundo que Cabré ha creado para Adrià Ardèvol y para sus lectores. Y si teneis oportunidad de leerlo en su lengua original de publicación, hacedlo. No he leído las traducciones pero, habiéndolo leído en catalán creo que muchos de los juegos retóricos que se hacen con el francés se perderán en gran medida en la traducción y es una lástima.