jueves, 5 de diciembre de 2013

El último deseo del Cangrejo

Hace un par de entradas os comenté que Roberto García Cela, el autor de Siete cruces (podeis teletransportaros a aquella reseña mediante este agujero de gusano) autopublicaba su segunda novela, El último deseo del cangrejo

Si su primera novela me gustó, con esta se consagra entre los autores que sin duda voy a recomendar a menudo y a la vez refuerza mi opinión sobre el hecho de que las editoriales están dejando escapar trabajos escandalosamente buenos mientras publican basura. Y con esta antesala reflexiva, vamos a meternos en harina.



Fundido negro y después plano en picado de la fachada de un hospital. Así me represento yo el viraje de género que de una novela a otra ha dado García Cela. Si su primer libro ocupó el ranking de Amazon de los más vendidos en Fantasía y Ciencia Ficción, con El último deseo del cangrejo el autor nos sumerge en la más profunda realidad con un relato sobre la vida y los pensamientos de un trío de enfermos terminales de cáncer. Contado así casi podemos pensar que con la novela viene adjunto un enorme paquete de pañuelos de papel. Podría ser, no digo yo que no, si se tratara de otro autor, pero aquí lo que tenemos entre manos es una historia realista y dramática, por qué no, que sin embargo sublima la pena gratuita y la conmiseración, con un uso extraordinario de la ironía y el humor negro. 

Cuando comencé a leer las vicisitudes de Mateo, Julio y Tony tuve el prejuicio temprano de que allí no iba a encontrar más que otra versión de libros de esos bienintencionados del estilo de Albert Espinosa (a.k.a. Doy gracias a la enfermedad porque me ha hecho mejor persona) o producciones lacrimógenas de tipo Polseres vermelles o 4º planta (Sin duda Albert Espinosa ha hecho de la enfermedad y el buenrollismo asociado un negocio más que rentable). Cuando adentrándome un poco más entre sus páginas ví que el argumento apuntaba a que los protagonistas iban a tratar de cumplir sus deseos más importantes entre ciclo y ciclo de quimioterapia por si acaso perdían la batalla contra el cáncer, me asaltó el argumento de The Bucklet list, con Morgan Freeman y Jack Nicholson, otra historia producida por Kleenex. Pero como digo son prejuicios y no me hicieron falta más que uno o dos capítulos más para advertir que ni lágrimas de cocodrilo ni rebozamiento en trillados mensajes de autoayuda, aquí había una estupenda historia. Y dejando mis prejuicios olvidados en un rincón, me dejé sorprender.

García Cela tiene la brillante cualidad de construir unos hilos argumentales que, a mí particularmente, me sorprenden. Y me sorprenden porque, literalmente, soy incapaz de predecir lo que van a hacer los personajes a continuación y eso, señores míos, es rara avis en la literatura actual. En El último deseo del cangrejo, la historia va girando sobre sí misma en una suerte de espiral pues reproduce una y otra vez el ciclo marcado por la quimioterapia (narrado sin paños calientes pero sin pretensiones, lisa y llanamente se comparte una realidad que quien no lo ha vivido difícilmente puede representarse) pero cerrándose cada vez más sobre sí misma, avanzando, cambiando pero inexorablemente acercándose a un final anunciado. Lejos de ser asfixiante el contraste entre los fragmentos dedicados al tratamiento y el entorno, en general, de la enfermedad, respiran y cogen aire en los entresuelos que suponen los deseos propuestos por las protagonistas y sus delirantes realizaciones. Si algo destaca en esta novela es el difícil pero logrado equilibrio entre lo dramático y lo cómico, el canto a la vida y el humor negro, negrísimo de quien asume lo que hay y decide seguir adelante.
Los personajes, no me cansaré de repetirlo, tal y como ya lo fueron los de Siete cruces, tienen una profundidad psicológica de tal calado que por sí mismos podrían constituir una novela. Me quedo con ganas de saber más sobre todos ellos, sobre sus vidas antes del cáncer, abrir más cajones destartalados de esos que todos tenemos y guardamos con celo hasta que algo o alguien (como un autor de novelas) los abre y escudriña en su interior para deleite de los lectores cotillas. Me he reído, he llorado, he sufrido con los personajes, pero sobre todo, he entendido sus decisiones, sus motivos, sus anhelos y sus miedos. Son humanos y cercanos, tanto que también a alguno le he cogido manía y a otros sin duda les echaré de menos. Baste con lo dicho, no quiero hacer spoilers.

De nuevo la prosa de autor, sencilla y clara pero de una calidad indiscutible, hace de su obra un ejemplar de lectura amena y envolvente. Y a tal punto de realismo llegan sus descripciones y diálogos que más de una vez durante la lectura llegué a pensar, y me consta que no soy la única, que sería un gran guión para una película. ¡Me gustaría ver al club de los cancerosos en la gran pantalla! 
Hablemos ahora del final, fuente de conflicto entre lectores y autores. Para mí, hay que reconocerlo, el final de Siete cruces fue flojo. Un abandono repentino del lector a su suerte, que se quedaba mirando las últimas palabras ojiplático y cargado de dudas y suposiciones. Ya sabéis que a mí esos finales no me gustan. A mí me gusta que me lo expliquen todo, si hace falta con un buen epílogo, un corolario o una nota del autor, ¡lo que sea! pero no me dejes aquí tirada a mí que te he acompañado a lo largo de toda la novela confiando en que el final sería apoteósico (eso también va por ti Ira Levin). Por suerte en El último deseo del cangrejo, el autor se redime y da a la historia una conclusión tal vez no absolutamente cerrada, pero sí un final digno de toda la trama.  

Si leíste Siete Cruces, lee El último deseo del cangrejo. Si no hay leído nada de García Cela empieza por esta novela o por la otra, pero conócelo. Si has superado una enfermedad, léelo y emociónate. Y si simplemente valoras la vida y sus inesperados requiebros, léelo. Los que no la tengáis pedídsela al autor por mail, por facebook o por paloma mensajera, que él de buena gana la cede absolutamente gratis (pero gentes mías, el precio irrisorio de 0'89€ en Amazon es asequible para todos los bolsillos, con todo mi amor os digo que no me seáis roñicas :P). Leedla y ya me contareis, apuesto a que no os dejará indiferentes.

 
   
Por último, me alegra comunicaros que en breve y por primera vez (esperemos que sirva como precedente) publicaré una entrevista al autor de la novela Roberto García Cela, que se ha prestado gustosamente a este experimento medio periodístico medio literario que estamos ultimando en coalición con Sonia, comentarista de este blog. Os mantendré al tanto.


4 comentarios:

  1. Gran descubrimiento de este autor, me he enganchado totalmente en los dos libros. No podia parar de leer, totalmente de acuerdo con el ansia cotilla de ahondar mas en la vida de los personajes antes de la enfermedad.Como una de tant@s me he imaginado ya la pelicula y quien la protagonizaria. Totalmente recomendables cualquiera de los dos libros. Y como siempre un diez!!! para la reseña :D

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    1. Gracias por la notaza ^^ ¡Me alegra que hayas tenido una tan buena experiencia! todo apoyo es poco para estos autores que se curran la autopublicación y además ¡merecen muchísimo la pena!

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  2. Hola! Yo también leí en su día Siete Cruces y me decepcionó bastante el final. En cambio, El último deseo del cangrejo me ha gustado en su conjunto. Creo que ambas novelas/relatos tienen en común un ambiente un tanto pesimista, crudo... Pero al mismo tiempo eso le da realismo. En cuanto a esta última novela, aunque al principio los personajes me caían un poco regular, al final me fui haciendo a ellos. La terminé hace dos días, me dejó con buen sabor de boca y, aunque no a lo largo del libro, sí que inevitablemente y poco a poco fue arrancándome una lagrimita al final. :)

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    1. Esta novela en su conjunto está más compactada que 'siete cruces' (si te acercas a la entrada con la entrevista a su autor, él mismo da una razón a este hecho que lo explica todo) pero ambas son de una calidad indiscutible.
      A mí se me escapó también alguna lagrimilla, pero estaban bien repartidas, como un buen sazonador jajaja.
      En fin, caminante, un placer haber compartido impresiones contigo. Saludos!

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