Ayer salí de cena con unas buenas amigas. Fue una noche divertida e improvisada que nos terminó llevando a ver un monólogo de un tal Rubén García con el que nos desternillamos hasta las 2 de la mañana. Ese fue el final, pero el principio de la noche se nos fue delante de unas tapas poniéndonos al día de nuestras idas y venidas de los últimos meses. Las conversaciones 'entre amigas' son como una orquesta bien organizada. De minuettos confesionales se pasa súbitamente a una ráfaga explosiva de carcajadas que aventura un interludio tranquilo hasta la siguiente intervención del coro de las que piensan igual, el solo de la que lleva la voz cantante o el desafinado comentario de la que andaba con el washap y ha perdido el ritmo.

El caso es que volví a casa con historias y comentarios cruzando de mi hemisferio izquierdo al derecho, y tan activas estaban mis conexiones sinápticas (sin más aditivos artificiales que las ideas bullendo, os lo juro por Snoopy) que pensé en el libro que os pasaré a comentar en breve, un libro que nunca olvido y que de vez en cuando vuelve a mi orilla como atraído por la marea...
No es una novela. Más bien está a medio camino entre el ensayo y la compilación de reportajes. Creo recordar que lo compré tres años atrás en una época en la que solía visitar la sección de sociología de la casa del libro porque andaba interesada en cuestiones de teoría queer, transfeminismo y sociología antropológica (Hubo vida antes de la tesis, por lo que parece, jajajaja). Me atrajo soberanamente el planteamiento que la autora, Natasha Walter, escritora y periodista, proponía en aquel volumen y, pese a que el precio me pareció descarademente alto (24€, señores!), en la época pre-kindle, la inversión me pareció buena y no me arrepiento.
El título del libro de Walters es: MUÑECAS VIVIENTES,
EL REGRESO DEL SEXISMO, y en esencia es una reflexión sobre la mujer del siglo
XXI. No es un panfleto feminista, al contrario, más bien construye una imagen social de la mujer de hoy día y la somete a prueba a la luz de algunas posturas feministas más tradicionales. El libro es muy ameno pese a los títulos de capítulo un tanto áridos. La pluma periodística de la autora nos conduce por un relato interesante, sin pretensiones intelectuales, que, sin embargo, no pierde ni un ápice de la calidad de un reportaje ni su accesibilidad.
La tesis principal que defiende Natasha Walter es que, pese a la llamada 'liberación feminista' del pasado siglo, el sexismo sigue persistiendo hoy en día aunque puede pasar
desapercibido ya que en muchas situaciones se disfraza bajo la forma de
la liberación. Walter transcribe una serie de entrevistas con mujeres
jóvenes y sus experiencias en discotecas para advertir como bajo el
emblema de la liberación sexual la mujer ha vuelto a quedar reducida a
ser un objeto sexual. Las jóvenes de hoy en día obsesionadas por su
aspecto reproducen estereotipos como el
de la Barbie y hacen primar en nuestra conciencia la idea tu imagen determina tu valor en el mundo.
La autora advierte cómo el sueño de muchas jóvenes es
salir en las revistas y para ello no dudan en exhibirse ligeras de ropa,
hacerse fotos provocativas, subirlas por Internet, etc., dando al traste
con años de liberación para volver a quedar reducidas a objetos bellos.
Es más, ellas consideran que es una elección personal, empero,
Walter señala que en ocasiones esta está forzada por la sociedad y que
realmente no resulta cómoda o agradable para las chicas.
En esa
línea repasa los modelos que tienen las niñas rodeadas de princesas
Disney, sets de maquillaje, Barbies y otras muñecas que reproducen
mujeres imposibles cuyos atributos principales son la ropa cool, el
maquillaje, las largas melenas y sus aficiones salir con chicos, con sus
amigas, bailar, y otras actividades similares, como promocionaba la película de Bratz y como recogen la serie The Simpson en el capítulo : Lisa vs. Stacy Malibú (podéis ver el capítulo on-line picando en la imagen)

La segunda parte es más técnica. En primera instancia la autora analiza la
incidencia de la sociedad, los tipos de juegos, el color de la ropa, que
ejerce diferencias entre los sexos y las consecuencias que estos pueden
tener a la hora de generar sexismo. A continuación pasa a desmontar una
serie de mitos pseudocientíficos en base a experimentos científicos
reales tales como las diferencias entre los bebes de diferente sexo, las
supuestas particularidades respecto a la dicción y al habla entre
hombres y mujeres, las presuntas diferencias cerebrales u hormonales…
Por último recoge una serie de estereotipos asimilados a mujeres y los
analiza desde el punto de vista no sexista.
En definitiva, una lectura que no dejará indiferentes a lectores de todos los sexos y que, por lo meno a una servidora, le hizo tomar conciencia del sexismo latente que impregna nuestra sociedad.
¿Y por qué terminé yo anoche rescatando a Natsha Walter de mi particular mar de libros? porque los derroteros de la conversación frente a las bravas y los calamares, me abocaron al conocimiento de las historias de algunas amigas. En ellas abundaban tópicos del tipo 'si me mira los mensajes y se enfada si no le doy la contraseña de mis cuentas, es porque me quiere', 'si no me deja salir hasta más tarde de las 11 porque no se fía de mí, es porque me quiere tanto que no soporta la idea de perderme'... Querer te quiere, amiga, como se quiere a un coche o a una cosa, como una posesión, no como se quiere en los poemas de Neruda.
Y no es que yo sea una romántica empedernida (ni superficial, todo sea dicho de paso), que a mí (y a mi pareja) se nos aplica aquello de 'Seré 0 romántico/a, pero soy el/la que más te quiere', pero creo que el amor o el concepto que tenemos de las relaciones amorosas se ha desvirtuado si es que alguna vez fue virtuoso más allá del papel. Veo proliferar las promociones de relaciones vacías, de apariencias plásticas y caducidad inferior a la de los yogures - del consumo preferente ni hablamos - en basura televisada del estilo Gandía Shore, o Hombres y Mujeres y Viceversa y me echo a temblar. ¿Los celos son muestra de cariño? los celos son la planta que brota de las raíces de una desconfianza que mina la tierra fértil de un pareja. ¿Que si no tienes una talla 90-60-90 una melena deslumbrante y 20kg. de maquillaje encima no sales a la calle? ¿que te vas a matar a no comer no por estar sana sino para estar esquelética por mor de una moda estúpida? Lo siendo, yo prefiero gastar mi tiempo y mis energías en leer un buen libro o en ver una película con mi chico, tirada en el sofá, comiendo risketos, en pijama y con una coleta deshecha que encerrada en el baño, sola, arreglándome infinitas horas.
El sexismo no ha desaparecido, ha tomado otras formas. Me enerva escuchar las medidas 'paritarias' con las que se le llena la boca a los gobiernos, que no aciertan a ver que dejará de haber sexismo cuando de hecho hombres y mujeres tengan las mismas oportunidades por sus méritos y no por su sexo. Me molesta sobremanera mirar mi orla y ver que hay un descarado número de chicas frente a uno paupérrimo de chicos pero acudir a un Congreso cualquiera y ver que entre 70 o 100 personas a las mujeres se nos cuenta con los dedos de una mano (si me apuras tal vez con las dos, pero no más). Me resulta exasperante ver cómo mis amigas se dejan someter, y de buen grado, a las exigencias de sus parejas, porque eso 'es amor'. Y sobretodo me repele ver que la cosa empeora cuanto más joven es la mujer con la que hablo.
Intuyo, y deseo, que en realidad la aceptación de este nuevo sexismo no está tan generalizada como parece. Sé positivamente que muchas mujeres se valoran a sí mismas, son triunfadoras, conocen y hacen valer su potencial y, sobre todo, no se dejan embaucar por hombres manipuladores que esgrimen el amor como moneda de cambio para sus exigencias. Lo que me jode es que incluso ellas, incluso yo, aceptamos cierto grado de sexismo. Sin ir más lejos ayer pensaba comprarle una muñeca preciosa a la hija recién nacida de una amiga, ni por un momento se me ocurrió comprarle un camión...