jueves, 4 de septiembre de 2014

Shakespeare and company

Tras esta pausa veraniega, retomamos las publicaciones con un post colaboración firmado por Sonia.

29 de agosto de 2014
Shakespeare and company
37 Rue de la Bûcherie
75005 Paris, Francia


Es turística, es antigua y aún así la parte de arriba está prácticamente vacía, donde te invitan a coger un libro y leer. Y sin saber por qué la vejez de los cimientos, los objetos desgastados por el tiempo y por el uso siguen vivos. Máquinas de escribir que esperan ser tocadas, un piano anhelando que un dedo o dos o tres se posen en él, sofás, sillas que han visto más culos que tú y yo juntos. Aunque advierten de que no se pueden hacer fotos, la gente se lo pasa por el forro. Yo no, quien quiera sentir lo que es estar aquí que no se conforme con una foto, que venga, pero que no asista con prisas, con la necesidad de hacerse la foto y seguir el tour turístico. Que se siente, coja un libro si lo desea o no; que simplemente sienta y piense o que escriba lo que siente.
Tal vez hoy me encuentro especialmente bohemia y metafísica, e incluso la llegada de turistas hablando cargados con sus móviles empieza a molestarme. ¡Idos de mi pequeño santuario temporal! Y sí, posiblemente, la disposición de todo en ella haya sido creada para sentirte así, que sea un elemento más de la lista turística, una falsa decoración para sentirte vintage, hipster, cool o como quieras llamarlo.
Sin embargo, hoy me niego a analizar, a observar con los ojos de la lógica y me dejo llevar: me siento en una butaca marrón ajada, al lado de un ventanal con una mesa de madera y una máquina de escribir (de esas que ya no se utilizan porque son un vestigio del pasado), rodeada de estanterías llenas de libros, un sofá, bancos, dos o tres personas, unas cuantas fotografías y un cuadro imperfecto de colores estridentes del Quijote y sus molinos. Ven, acércate, solo, sin compañía, en soledad o acompañado en silenciosa complicidad por aquel que sabes que te va a leer los ojos mientras tienes esa mirada plena.
Empiezo a sentir frío, por el ventanal entra una brisa de agosto inconcebible en el mediterráneo, y me quedo inmóvil pensando cómo continuar esto. Quizás sea mejor dejarlo así, coger un libro y…

P.D. justo cuando dejo de escribir giro la cabeza a la derecha y me encuentro un libro en español, de los pocos que debe de haber en esta biblioteca de Sylvia Beach: Extraños en un tren de Patricia Highsmith. Me voy, ha sido suficiente emoción por hoy.
 

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