Hace unos años me dio por la literatura japonesa. Encontré una versión de Kafka en la Orilla de Haruki Murakami que me encandiló desde la página 1. En aquella ocasión lo leí en catalán y después de haber leído la traducción castellana, me quedo con la primera. Eso sí, pra el título no porque Kafka a la platja me suena a sketch de la hora chanante y Kafka en la orilla (海辺のカフカ para los entendidos) recoge mejor esa idea de estar en un límite entre lo real y lo onírico.
A kafka en la orilla le siguió Hombres salmonela en el planeta Porno (no sé si en japonés suena igual pero las traducciones siempre resultan un tanto surealistas), que es una recopilación de seis relatos cortos de Yasukata Tsutsui y una entrevista al autor. Algunos de los relatos son brillantes y extraordinarios, una mezcla entre la ciencia ficción, el manga y la contextualización kafkiana y a veces burocráticamente absurdo. Página a página hay un derroche de imaginación que muestra un mundo tan violento como sexualizado y ridículo. Los cuentos que más me gustaron y por ende los que más recuerdo son "El último fumador", una exploración del acoso y derribo de la libertad personal en aras de la salud, una tronchante radiografía de las leyes contra el tabaco; "El mundo se inclina" sobre una ciudad flotante que tras una tormenta empieza a inclinarse. Los científicos avisan del peligro pero la mayor parte de la población así como sus políticos, niegan la evidencia y tratan de 'hacer como si nada' calzando los muebles. Una crítica irónica hacia las autoridades que velan por la 'marca España' digoooo por la imagen del país, mientras la basura se esconde bajo la alfombra.
De el conjunto de relatos salté a Haruki Murakami de nuevo y a su famoso Tokio Blues, pero no terminé de cogerle el gusto y lo abandoné, queda pendiente para otra ocasión. Así que explorando otros autores, acabé con Ketzaburo Oé y su Arrancad las semillas, fusilad a los niños que, después de esta larga introducción, es la reseña que me ocupa hoy.
Arrancad las semillas, fusilad a los niños me recordó a El señor de las Moscas en su presentanción. Tuve curiosidad por ver cómo variaba la perspectiva occidental de William Goldgin frente a la oriental de Oé sobre un mismo tema: un puñado de niños se quedan solos (en una isla tras un accidente de avión para Golding, en una aldea en mitad de la guerra para Oé) y deben arreglárselas sin adultos formando una suerte de sociedad.
Arrancad las semillas, fusilad a los niños me recordó a El señor de las Moscas en su presentanción. Tuve curiosidad por ver cómo variaba la perspectiva occidental de William Goldgin frente a la oriental de Oé sobre un mismo tema: un puñado de niños se quedan solos (en una isla tras un accidente de avión para Golding, en una aldea en mitad de la guerra para Oé) y deben arreglárselas sin adultos formando una suerte de sociedad.
Golding aniquila el mito del buen salvaje de Rousseau y plantea que la socedad de los niños pronto virará hacia un gobierno del más fuerte, donde la violencia gana terreno a la democracia asamblearia que parece ser la primera opción. También postula las primeras líneas de una religión 'del consuelo' en el que 'dios' se representa como 'el señor de las moscas' un ser al que idolatrar por miedo, al que rendir tributos y por el que luchar llegado el caso. He leído este libro varias veces, y siempre he echado de menos la presencia de una voz femenina. ¿Una sociedad de niños y niñas también habría derivado en la violencia?, ¿los niños pequeños habrían quedado a su suerte?, ¿el lenguaje se hubiera disuelto y perdido tanto?...
Oé sitúa la acción en la Segunda Guerra Mundial. Un puñado de adolescentes de un reformatorio que no han sido recogidos por sus padres durante la evacuación, se ven obligados a peregrinar junto con sus monitores a una aldea en las montañas donde vivirán a cambio de trabajar. Sin embargo cuando llegan descubren que en la aldea hay un brote de peste y los aldeanos deciden abandonar el pueblo antes de verse infectados dejando allí a los chavales a su suerte. En el pueblo han quedado atrás una niña que se quedó velando a su madre muerta y un niño coreano, I. Así, sin adultos, los niños eligen casa y saquean graneros en busca de comida que cocinan como mejor pueden. Entre intentos de restaurar las tradiciones que conocen (por ejemplo, enterrar a los muertos), introducen variantes infantiles como patinar sobre hielo.
En el librito de Oé la violencia y la crueldad se hacen patentes a través de muertes descarnadas y ataques injustificados. La voz femenina aparece, representada por una niña parca y un tanto perturbada que termina siendo una excusa para sacar a escena la sexualidad violenta tanto heterosexual como homosexual.
El drama de la novela breve del japonéstransmite una agonía extenuante que acompaña al lector más allá de su final ya que este nunca tiene lugar. Además carece de esa especie de letaina moralista que aparece en Golding. Oé muestra una imagen derrotista ante el poder de la masa, de la sociedad cruel y miedosa ante lo diferente.
Una novela interesante que puede gustar a propios y extraños de la literatura japonesa y que permite reflexionar sobre la naturaleza del ser humano y su relación con el próXimo.
El drama de la novela breve del japonéstransmite una agonía extenuante que acompaña al lector más allá de su final ya que este nunca tiene lugar. Además carece de esa especie de letaina moralista que aparece en Golding. Oé muestra una imagen derrotista ante el poder de la masa, de la sociedad cruel y miedosa ante lo diferente.
Una novela interesante que puede gustar a propios y extraños de la literatura japonesa y que permite reflexionar sobre la naturaleza del ser humano y su relación con el próXimo.