Las matemáticas nunca me habían apasionado en mi época de estudiante (si es que he dejado de serlo en algún momento). Supongo que es una de las razones por las que acabé enterrada hasta los topes en las letras, con la nariz metida en manuales de latín y griego. Recuerdo que los números y las fórmulas eran intrincados jeroglíficos sin sentido y sin utilidad que se me aparecían como obstáculos salvables solo a costa de muchísimo esfuerzo. Mi padre intentó ayudarme (y de hecho lo consiguió excepcionalmente de manera académica), pero no logró contagiarme su entusiasmo. Hoy, casi 15 años después vivo inmersa en las matemáticas (con mi padre como eterno y abnegado profesor, eso sí) ya que, lamentablemente, los niños necesitan más clases particulares de los 'huesos' (mates y física) que de las 'marias' como mi querida filosofía. El caso es que ahora, con otra predisposición y con otro entrenamiento hacia los estudios, las matemáticas me están resultando de lo más estimulantes (si es que no hay nada como comprender las cosas) y allá que me fuí buscando algún librito sobre el tema que me llamara la atención.

Me lancé entonces a El club de la hipotenusa, de Claudi Alsina. 'Un paseo por la historia de las matemáticas a través de las anécdotas más divertidas', proclamaba el subtítulo. Habían anécdotas, sí, pero inconclusas y faltas de gancho. Por lo demás, aunque abundaban los matemáticos, había poco de matemáticas. También lo dejé bastante descontenta.
La soledad del los números primos de Paolo Giordano fué el siguiente. Y con este me quedé, de matemáticas no había practicamente nada, pero la novela valió la pena.

Podría pensarse que es una historia de amor, pero no lo es. Es una historia que habla sobre la soledad de un mundo que se mueve rápido y que no espera a nadie. Habla de los parias, de los impedimentos mentales que nos llevan a alejarnos de quien tal vez podría ayudarnos, de las marañas en las que nos entierran los miedos, de que el éxito no es siempre sinónimo de felicidad y de las miserias humanas y en su transmutación en un mundo caótico e incoherente.
Los personajes son raras avis, seres humanos que no encajan en el mundo, que sucumben ante una realidad que les aplasta. Bien definidos dentro de sus rarezas, nos conducen hacia la perspectiva del derrotado, del humillado, del que parece brillar para todos, excepto para sí mismo.

Volviendo a la obra de Giordano, no es una historia de amor, pero algo de amor hay, pero tampoco a la usanza tradicional. También, salvando las distancias, me recordó a la película Quiéreme si te atreves (Jeux s'enfants) un cuento de hadas modernos que se mueve entre el sadismo y el masoquismo entendidos de una manera subrealista. Dicho así suena raro, pero darle una oportunidad, no es muy larga pero es una estupenda película, la recomiendo encarecidamente.
En fin, después de todas estas vueltas, La soledad de los números primos, es una novela que no os dejará indiferentes si os gustan ese tipo de tramas existencialistas, algo lóbregas y un tanto esperpénticas. A mí me gustó mucho, eso sí, de matemáticas poco, aunque ya le tengo echado el ojo a un par de libros que quizás colmen mi curiosidad en ese ámbito (El teorema del loro de Denis Guedj y El dilema del prisionero de William Poundstone; si los conoceis y podeis contarme algo sobre ellos yo encantada). Y es que las matemáticas siguen apareciendo en el horizonte como brujas malvadas y pocos le conceden unas páginas fuera de los libros especializados. Parafraseando a Béquer: 'Qué solos se quedan los números'...